LA ACUPUNTURA COMO CIENCIA BIOMÉDICA (capítulo 2)

LA ACUPUNTURA COMO CIENCIA BIOMÉDICA

FUNDAMENTOS DE BIOENERGÉTICA ACUPUNTURAL

EN BUSCA DEL CONOCIMIENTO PERDIDO

BIOENERGÉTICA (Capítulo 2º)

SIGNIFICADO DEL PRINCIPIO «EL HOMBRE RESPONDE AL CIELO Y LA TIERRA»

«La energía es la causa de toda producción y toda destrucción». Nei Jing Su Wen.

La tesis oriental sostiene que la materia es un estado de condensación de la energía y que ésta, al dispersarse, retorna a su estado inicial de energía.

         Es el Principio Primero que parte del TAOdel que diría Lao Tse: «Parece el origen de todas las cosas, se manifiesta como antepasado de los dioses, no sé de quién es hijo.»

En Occidente, cuando se habla de energía, es través de un concepto mecanicista; como «una la fuerza capaz de realizar un trabajo. Esta fuerza la nombramos de diferentes maneras atendiendo a su origen y manifestaciones, así tendremos: energía eléctrica, química, nuclear, cinética, térmica, eólica, etc.

Nuestra civilización tiende hoy a mantener y desarrollar la llamada sociedad tecnológica, buscando, en todo, la aplicación práctica que ayude a sostener el sistema de tecnológico moderno. Así se explotan los recursos energéticos en función de posibles beneficios inmediatos, sin tener en cuenta la dinámica propia del universo, origen común de toda manifestación energética.

En resumidas cuentas, T’CHI o Principio, es el origen de todo y para los orientales constituye el objeto primordial de su estudio, independientemente de sus múltiples formas de presentación. Dominar este Principio supone controlar sus manifestaciones en provecho del ser humano y de su desarrollo armónico y saludable.

Las últimas investigaciones en física cuántica vislumbran la utilidad de las teorías holísticas. Eruditos y científicos de diversas ramas (como la física, la filosofía, la sociología, la neurofisiología, etc.) se interesan por una nueva tesis acerca de la formación del Universo a partir de sistemas energéticos microfísicos, que se combinarían formando estructuras cada vez más amplias. Algunos, como L. Domash, opinan que la conciencia pura es la esencia del Universo. Esta idea se aproxima a los postulados taoístas de hace 2.500 años. Tratar de entender el DAO y su manifestación primera, el T’CHI, es vital para el ser humano.

Las ideas básicas del taoísmo no llegan a dispersarse en complicadas exposiciones teóricas, sino que se limitan a plantear una serie de conceptos mediante los cuales se pueda comprender la acción del T’CHI. Esta doctrina pragmática, que los chinos no analizan más que bajo la óptica del resultado obtenido, sin importar en principio, el empirismo de su origen, cruzará las fronteras del mero filosofar para imponerse en el campo médico y en el ámbito de toda la sociedad china en general. Por tanto, el esfuerzo de los filósofos, médicos, etc., no se dirigirá, en principio, tanto a la explicación o comprensión total de los principios universales como a su aplicación en la vida diaria, lo que conllevará a un estado armonioso respecto al DAO, de una manera eminentemente práctica.

El análisis profundo y científico se considera una etapa de progresivo entendimiento, que sólo será posible a través del desarrollo práctico y de la observación constante de los efectos.

Impregnando toda la dialéctica de la energética humana está siempre la noción de T’CHI como impulso motor que se manifiesta en diversos estados y formas de comportamiento, conservando en todo momento su característica esencial: ser uno, y a la vez múltiple en función del YIN y el YANG, sus dos componentes básicos.

Así quedó superado nuestro concepto dualista occidental y eliminadas las grandes contradicciones que conlleva. Para el Taoísmo los conceptos duales clásicos de bien y mal, cuerpo y alma, espíritu y materia, hombre y mujer (que en Occidente son concebidos como entes opuestos e independientes) no son más que manifestaciones complementarias del Principio Primero o T’CHI, sin cuya alternancia no existiría la vibración o movimiento y en consecuencia, la vida misma.

Las últimas investigaciones en física cuántica (más allá de los quarks, que considera al 2 como la última posibilidad de reducción subatómica) indican la existencia de partículas primordiales en el límite entre lo material y lo inmaterial, de cuyo número cuántico dependería la esencia de las cosas.

En los medios científicos modernos hace ya tiempo que se conoce la descomposición atómica de la materia, cuyos efectos de fisión y fusión acarrean una enorme liberación de energía. La sufrida humanidad tuvo ocasión de comprobarlo con motivo de la II Guerra Mundial. A partir de entonces ya no hubo la menor duda de que materia y energía eran lo mismo. El maestro Zen, Deshimaru, escribe al respecto: «Los chinos, mucho antes que la física moderna, habían comprendido que materia y energía eran una sola y misma cosa.» Y aún más, en épocas remotas, los chinos sostenían ya que la energía hace mover y transformarse a la forma física y que el T’CHI o energía es la consecuencia del DAO, origen de todas las cosas.

Soulié de Morant definió a la Acupuntura como «Filosofía total de la energía». De esta manera nos ofreció la piedra angular sobre la que construir todo el enorme entramado que constituye la bioenergética, pudiendo acceder así a su compresión, a fin de proyectar, de una forma terapéutica, toda la sabiduría que esto conlleva.

El principio básico de la Medicina Tradicional China nos habla de la energía como fuente integradora y reguladora de la forma físico-química. Por tanto, podemos deducir que, en términos generales, las enfermedades que cursan con alteraciones de estructuras orgánicas diversas, han experimentado previamente una fase de desorden energético acompañado de una sintomatología muy variada, sutil unas veces, claramente manifiesta otras. Estos cuadros energéticos no han sido comprendidos ni estudiados por la medicina alopática, desligada en gran medida de estos conceptos. Con todo, los servicios médicos modernos cuentan con elementos técnicos gracias a los cuales se ponen de manifiesto determinadas formas de energía humana (electrocardiogramas, electroencefalogramas, etc…).

Hay que remontarse a Empédocles, con la teoría de los cuatro elementos (aire, fuego, tierra, agua), para encontrar una línea convergente con la cultura china. Hipócrates, considerado el padre de la medicina occidental, siguió el camino trazado por Empédocles, elaborando los cuatro tipos morfológicos así como los conceptos de presentación y combinaciones del frío y el calor,de la humedad y la sequedad. Esta doctrina fue desarrollada posteriormente, en su vertiente puramente filosófica, por Aristóteles. La obra hipocrática no fue continuada.

Tras la caída del Imperio Romano se perdió para Occidente esa primera tradición filosófico-terapéutica, que relacionaba al hombre con su medio telúrico y cósmico.

La sufrida humanidad ha tenido que soportar a través de los siglos la barbarie de la destrucción sistemática del conocimiento trascendente de aquella civilización antiquísima (de 3.500 a 5.000 AC.) que asombra a antropólogos, historiadores y científicos de todas las ramas del conocimiento.

Es sabido que la cultura y el conocimiento son enemigos del poder absolutista que ha gobernado la humanidad hasta hace muy pocos años. Las grandes catástrofes culturales como la quema de la Biblioteca de Pekín, la de Alejandría, la Inquisición, los regímenes dictatoriales de todos los signos, nos han hecho embarcarnos en la aventura titulada EN BUSCA DEL CONOCIMIENTO PERDIDO

Sin embargo, en China se continuó desarrollando, en profundidad, ese maravilloso legado de la tradición, que concibe al hombre como ente sometido en todo momento a las influencias cosmológicas y telúricas, dando lugar a un principio que desgraciadamente nuestra avanzada civilización no ha considerado en su justa medida: «El hombre responde al cielo y a la tierra. El hombre es un microcosmos inserto en el macrocosmo. El hombre es un ser bipolar alternante, sujeto de forma determinante a las influencias de dos fuerzas antagónicas y complementarias.»

Estas fuerzas son las del cosmos (Yang) y la tierra (Yin).

En resumidas cuentas, el hombre es un transformador de energía, diferenciándose del resto de los seres vivos en que es capaz de producir y responder a ciertas manifestaciones específicas, que forman los planos psíquicos de actuación o nivel Shen, como explican las teorías energéticas chinas.

El tiempo es mudo testigo de la verdad y coincidiendo con los grandes avances científico-técnicos de nuestro siglo, paradójicamente, nos encontramos con un fenómeno de interés creciente por estas milenarias y ancestrales culturas, sorprendiéndonos a todos con un legado cultural que parece anticiparse en muchos conceptos a los más revolucionarios descubrimientos y teorías actuales. Las 12 Proposiciones Axiomáticas de Fu-Shi, la Ley de la Relatividad (Yin- Yang), el «feed-back o retroalimentación orgánico-visceral, la circulación sanguínea y un largo etc., hacen palidecer a los más ortodoxos y conspicuos hombres de ciencia cuando se tiene la humildad suficiente para interesarse por la Tradición China e interpretar las ingentes cargas científicas y filosóficas que encierran sus principios, expresados en un lenguaje sencillo, como la propia naturaleza de la que parten.

No creo que exista nadie que ignore los grandes descubrimientos chinos que nos preceden en milenios, y que en la actualidad dude de la gran cultura oriental en todas sus manifestaciones. Por tanto, no debemos cuestionar su medicina, que al fin y al cabo es una parte de toda su filosofía y forma de vida (tal vez para nosotros la más importante).

Desgraciadamente, la historia del hombre ha estado gobernada por sistemas políticos y por influencias materialistas, donde ha dominado indiscutiblemente el poder y la codicia y ello no ha permitido un desarrollo armónico de la ciencia y su aplicación humanística.

         La Medicina China, de la cual forma parte la Acupuntura, es un método terapéutico basado en un enfoque biológico distinto al occidental; se parte del principio de la existencia de una sustancia inmaterial, invisible para nosotros, que llamarnos energía y que es la responsable, en primera instancia, de cualquier cambio biológico.

Este concepto «Vitalista» no es exclusivo de la Medicina Tradicional China. En Oriente y Occidente hay otras medicinas que siguen esta línea de actuación. En contra de esta corriente surgió la medicina «Mecanicista», que contempla al ser humano como una mera máquina formada por la suma de varios mecanismos.

La corriente Mecanicista que nació, como hemos dicho, tras la caída del Imperio Romano, tuvo etapas de evolución merced a importantes personajes como Galeno y Diego y sobre todo  Pasteur. Todo ello confirmó dos claras bases de actuación; la 1ª fue la necesidad de estudiar la causa de la enfermedad como agente exógeno o de fuera del individuo; la 2.a fue la implantación del método inductivo, mediante el cual se recogen casuísticas de diferentes tipos y a partir de ahí se hacen generalizaciones globales. Estos principios conformaron la llamada actualmente Medicina Analítica.

La corriente «Vitalista», única hasta la época indicada, se corresponde con la llamada medicina mágico-religiosa de principios invariables y que quizás nosotros, con una crítica fácil y una ciencia en embrión, despreciamos como esotérica. Sin embargo, tuvo también importantes seguidores como Paracelso, las corrientes progresistas (duramente perseguidas por los poderes religiosos de la Edad Media y Moderna), los homeópatas de Hanneman posteriormente y en la actualidad multitud de acupuntores y profesionales de otras ciencias médicas. Todo este fenómeno dio origen a dos principios básicos. El l.Q fue el llamado método deductivo; se parte del principio del T’Chi (energía), como verdad incuestionable o axioma fundamental y a continuación se efectúan deducciones. Este principio es similar al que rige nuestras ciencias matemáticas. El 2.a es el que considera que la enfermedad tiene génesis interna y que las causas externas no podrán influir más que ante la existencia de ciertas predisposiciones, lo que se denomina en energética «factor hereditario» de la energía Ancestral-(Zongqi).

Esta manera de ver el problema de la enfermedad dio origen a la llamada Medicina Sintética, en oposición a la Analítica que vimos antes.

La Analítica ha profundizado su estudio en las causas externas, lo que ha posibilitado la especialización cada vez más diversificada, dado que los conocimientos de las partes se pueden extender hasta el infinito.

En la Sintética se niegan las parcelaciones, considerando al ser como un todo integrado y no un mecano de diferentes órganos o piezas. Ello explica perfectamente la presencia de los Ciclos de Generación, Regulación, Usurpación y Menosprecio, como veremos en la ley de los cinco movimientos, mediante la cual observaremos que una enfermedad con sintomatología orgánica determinada puede tener una causa etiológica radicalmente distinta de la aparente, relación que en nuestra medicina no logramos establecer.

Por ejemplo, una litiasis renal que va a cursar con un cuadro típico en relación con riñón o vías renales, según la Medicina Tradicional China (M.T.Ch.), la mayoría de las veces estará producida por alteración del factor (-) negativo o Yindel Bazo- Páncreas, que habría originado un exceso de materias nutrientes insuficientemente metabolizadas, las cuales posteriormente desbordarían el poder purificante del Riñón, con el consiguiente depósito de materia (-) Yina su nivel. Esto explicaría el efecto que en el ciclo regulador o Ke el Bazo ejerce sobre el Riñón.

Por todo ello podemos exponer, en términos generales, los grandes axiomas de las Medicinas Sintéticas y en concreto de la Acupuntura:

a) No hay enfermedades, sino enfermos. Por tanto, hay que individualizar el tratamiento. Esto implica dar una terapia adecuada a cada modalidad de síntomas, teniendo en cuenta los componentes psicosomáticos. Ello presupone que pueden existir dos pacientes con distintas sintomatologías y hacerles el mismo tratamiento, o presentarse dos sintomatologías aparentemente iguales que precisen distintos tratamientos.

b) La enfermedad, una vez instaurada, lleva un proceso evolutivo que por seguir leyes preestablecidas, se puede determinar y prever.

c) La acupuntura se basa en la existencia de la energía como fuente integradora y reguladora de toda la forma físico-química. Esta energía no es privativa de los seres vivientes, sino que todas las situaciones que se producen en el Universo tienen lugar por su existencia. Esta energía, denominada T’CHI, energía cósmica primaria, «Todo», o DAO, u «Origen de los 10.000 seres», tiene diversas formas de manifestación, pudiendo mover los astros, modificar el tiempo, hacer circular la sangre, crear los campos psíquicos de actuación, dar calor o frío, etc.

Esto nos permite sentar una característica muy importante de la Medicina Tradicional China: de ser la única que va a establecer una relación absolutamente directa entre la enfermedad, las manifestaciones energético-cósmicas (factores climáticos) y los factores del medio exógeno en general.

d) La enfermedad no tiene nombre, es un estado de desequilibrio energético que se puede manifestar por una carencia o un exceso, o lo que es lo mismo: Síndrome Yango plenitud (SHI) y Síndrome Yin o vacío (XU).

e) El desequilibrio energético, que es siempre causa etiológica primaria de cualquier manifestación patológica física, va a cursar con una sintomatología perfectamente definida de cuyo conocimiento dependerá en gran parte el éxito del trata- miento y la profilaxis.

f) El hombre es un ente bipolar alternante, y como toda manifestación en el Universo, esta alternancia de positivo a negativo (de Yang Yin o viceversa), de una manera armónica permite la vibración, el movimiento, la mutación permanente y continua, o lo que es lo mismo: la vida. Lógicamente, esta mutación o vibración permanente precisa unos suministros energéticos que la mantengan. 

El hombre adquiere del medio esas energías y lo hace por dos vías:

1) A través de la respiración recibe la energía del Cosmos, Yang (+), esto es, el oxigeno y otros factores de más profunda reflexión filosófica (pneuma, prana, etc.).

2) A través de la digestión recibe la energía de los alimentos de la Tierra, Yin (-).